Shaikai

lunes, septiembre 11, 2006

Dos torres

No sé cuánta gente querrá decir que se lo merecían, que se lo habían buscado, que debía pasar. Eso es sólo una muestra de qué tanto puede arraigarse el odio en los corazones, al punto de eclipsar cualquier compasión por los seres humanos. Recuerdo que precisamente varios radicales en la Nacional celebraban ese día por el que sensatamente sólo podía llorarse, para luego protestar por las dos guerras que Estados Unidos efectuó en nombre de su derecho a defenderse. ¿Pero no se trata en cualquier caso del mismo mal, el odio irresuelto, la crueldad, tierra fértil para la venganza?

La humanidad entera es la que ha sido herida. Ahora quién sabe cuánta sangre más deberá correr para que unos cuantos más se den cuenta de que andamos mal replicando el odio, y lo frenen en sus propios corazones. Ahí ya habría un progreso, inmensamente valioso frente a la torpe insistencia en organizar guerras, invasiones, jihads... Sin importar quién lo haga, de qué nacionalidad sea, a qué etnia pertenezca, cuál religión profese. A fin de cuentas, ni la paz ni la crueldad hacen distinciones. Ni Dios ni el diablo mueven influencias.