Shaikai

lunes, marzo 20, 2006

Absolution


Siento cómo el alma se me desgarra, tajo tras tajo, cada vez más rápido. Sumido al borde de las lágrimas y mi rostro derrumbándose, toda la necesidad de libertad represada en un momento, absolutamente visible su primera cara y no las demás, reclamando ellas salir mediante sutiles gritos que ululan en mi vientre y mi pecho, todo ello es lo que queda de mí entonces. Todo hecho un mar de torbellinos que de repente tiene forma. Quisiera llorarlo todo, todo lo que en vida no me he permitido llorar; quisiera romper la cáscara y acabar con mis enemigos, dar el salto adelante. Mas luego puedo calmarme un poco para recordar que respiro y que la vida se me ha abierto en toda su tragedia, toda, y en absolutamente todo su esplendor. No puedo dejarlo, es demasiado fundamental. Aunque, sí, la cabeza se me hace más pesada, más difícil de cargar, llena de pena.


Absolution me remite a Radiohead en mucho; Muse, el grupo detrás de este album, es profundo como ellos, pero también explosivo, profundamente explosivo. Canción por canción, frase por frase, estás expuesto a estallar desde dentro; del big bang sales ante tus propios ojos, tanto como dejes. Así comienza Absolution. Luego tienes algunos respiros, largos, pero también profundos. La gran ira del comienzo revienta menos, pero no puedes olvidar cómo fuiste expuesto; el primer estallido ha condicionado toda tu relación con el resto del album de aquí a la eternidad. Has sido abierto; ahora todos los sentimientos, fuertes o sutiles, son más fáciles de explorar, fluyen con libertad, están a la mano de un ser que es verdadero, tú, y no un descriptible. Tal vez es precisamente la cárcel de la normalidad aquello de lo que somos absueltos, o deberíamos; somos demasiado para los estándares, no importa cuán complejos y detallados se diseñen, ni cuánto hayamos participado en su generación. Ninguna ropa le queda al alma. Quiébralas todas.